El papa Francisco, cuyo nombre secular es Jorge Mario Bergoglio, murió este 21 de abril de 2025 a la edad de 88 años, luego de permanecer en el hospital por una neumonía bilateral.
Francisco dejó por escrito cómo quería que fuera su funeral, más sencillo que en el pasado, fiel a su estilo austero, sin la exposición del cuerpo en un catafalco en la basílica de San Pedro, sino en un ataúd que ya no será triple como antes.
Además, dispuso que sea sepultado en una capilla de la basílica romana de Santa María La Mayor, que custodia el icono ‘Salus Populi Romani’, del que es muy devoto, en vez de reposar en la cripta vaticana.
Siendo así, la Iglesia queda en “sede vacante” y será el cardenal ‘camarlengo’, actualmente el estadounidense Kevin Joseph Farrell, quien la administre hasta hallar un sucesor, tal y como dicta la Constitución Apostólica ‘Universi Dominici gregis’ (1996).
¿Sin sustitutos en medio de su enfermedad?
Durante su convalecencia, los papas no tienen sustitutos. No es una presidencia, es un monarca absoluto. Su potestad, por canon, es “suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia” y debe “siempre ejercerla libremente”.
Pero la legislación canónica no establece qué ocurriría en caso de que un pontífice entrara en un coma o de una enfermedad degenerativa que le impidiera seguir reinando.
En cuanto a la gestión diaria de la Iglesia católica, contó con la Curia Romana, que “por autoridad del mismo” está especializada en ministerios (dicasterios) o tribunales.
Bergoglio, durante su hospitalización, delegó a otros colaboradores determinados actos, como las audiencias del Jubileo, que ha encargado al arzobispo Rino Fisichella.
Además, carece de una mano derecha. Benedicto XVI tenía a monseñor Georg Gänswein o Wojtyla a Stanislaw Dziwisz.