Por: Celso Guerra Gutiérrez
Con este emblemático nombre fue bautizado el rio Guatapurí, en una canción por el compositor patillalero Nicolás Maestre, que grabó originalmente la antológica agrupación vallenata ‘Los Playoneros del Cesar’, integrada por Ovidio Granados y su cantante Wilson Sánchez, de la que también hicieron parte, Miguel Yaneth e Isaac Carrillo.
El Rio Guatapurí, fuente hídrica vital de Valledupar y la comarca, debido a la escasez de agua potable y acueductos en los distintos municipios y poblados aledaños a Valledupar en muchos kilómetros a la redonda, iliquidez ocasionada por la insensata mano depredadora del hombre. Su cauce paisajístico, desde su nacimiento en la simbólica Sierra Nevada, ha sido motivo de inspiración musical de muchos compositores vallenatos de diferentes generaciones, estas canciones han popularizado sus frías y dulces aguas dentro y fuera del país, que lo han elevado a la categoría de obligatorio destino turístico.
Los bañistas disfrutan sus exquisitas y frías aguas en los diferentes pozos, ‘Los Caballos’, bautizado con ese nombre, ya que por ese sector transitaban manadas de caballos de la heroína María Concepción Loperena Ustariz Fernández de Castro, propietaria de la hacienda, “El Nazareno”, que se extendía desde lo que es hoy el municipio de la Jagua del Pilar hasta Badillo, estos animales eran llevados a lo que es hoy el barrio La Nevada, un pastizal de su propiedad.
Otros pozos apetecidos por los turistas es el de Los Pumarejo, en honor a la familia Pumarejo, quienes tenían una finca en el sector del Rincón, La Ceiba y el más afamado de todos, el Pozo de Hurtado, bautizado con ese nombre por un lamentable accidente ocurrido allí donde murió Nicolás Hurtado.
Las arraigadas creencias religiosas, aupadas por mentes febriles crearon diferentes mitos y absurdas leyendas alrededor de la semana santa, así lo relata la historia de la joven cañaguatera, convertida en sirena por desobedecer la orden de la mamá, de no bañarse el jueves santo en el rio Guatapurí, después de 12 del día. Cuenta el historiador vallenato Elfo Jiménez, que estos relatos orales fantasiosos crearon mucho temor entre la población de mayoría religiosa, quienes crearon mitos y leyendas a consecuencia de esas historias, esas creencias religiosas llevaban a los habitantes de la región almacenar comida para jueves y viernes santos, ya que para esos días no se podía hacer ningún tipo de actividad, todo estaba centrado a la oración, hacer lo contrario era ofender a Dios.
Para 1777, martes de semana santa, el hacendado Nicolás Hurtado, venía de la región de Los Besotes, en su caballo alazán , al llegar al pozo del Guatapurí, que aún no tenía su nombre, observó gran cantidad de peces grandes, atraído por semejante espectáculo y con el afán de preparar los pescados con antelación, para comerlos los días santos de prohibición, envolvió un taco de dinamita para lanzarlo al rio, era la práctica común, este se le soltó y el en su afán por recuperarlo, se zambullo al rio, sin percatarse que aún llevaba puestas las espuelas y el zamarro, con tan mala suerte que se enredó con estos aperos, se golpeó con una piedra y se ahogó.
A partir de ese momento, los habitantes de Valledupar comenzaron a llamar el sitio del ahogamiento como el Pozo de Hurtado, en sentido homenaje a este personaje vallenato. Años después, en 1953, siendo presidente de Colombia el general Gustavo Rojas Pinillas y alcalde de Valledupar Jorge Dangond Daza, fue construido en ese lugar el puente de Hurtado, que comunica a Valledupar con los corregimientos del norte, la Guajira y Venezuela.