Por Juan Rincón Vanegas
El recorrido de los años en la vida del Rey Vallenato Alberto Constantino Rada Ospino, le van pasando a lista, minando sus fuerzas y dejando en el baúl de los recuerdos todas esas hazañas que logró a través del talento para tocar el acordeón, cantar y componer esas canciones con sabor a pueblo.
A ese padre guerrero que buscó en 15 ocasiones la corona de Rey Vallenato hasta que la alcanzó en el año 1993, las enfermedades lo han perseguido en los dos últimos años hasta tenerlo en cama. Ya no es el mismo porque hace un año dejó de tocar su acordeón y las cientos de canciones quedaron en su memoria que ya no responde como antes. Su voz se escondió y está en su casa recibiendo constantes terapias y el cariño de su familia.
Su vida es un ejemplo de constancia y amor por ese vallenato que le enseñó en El Difícil, Magdalena, su padre Francisco ´Pacho’ Rada Batista, que él supo aplicar al pie de la letra y hasta con las mejores notas de su acordeón, especialmente las de aire de son.
Hace 10 meses con motivo de su cumpleaños número 79, había dicho. “Mis años ya son pocos. Vivo enfermo y ahora mi delirio son mis canciones, mi gran desahogo. Esas canciones me dan la fortaleza necesaria al lado de mi familia para todos los días levantarme con fe y esperanza. Para la muerte estoy preparado. No le tengo miedo porque estoy a paz y salvo con Dios”.
Enseguida con su nobleza característica añadió. “Me faltó poco por hacer. Todo lo que he realizado está bueno. He servido al vallenato con amor y espero nunca olviden a este viejo, ‘El gallo negro’, que no pidió nada y dio mucho”.
Precisamente, en esta ocasión su hijo Eliécer Enrique Rada Andrade, cuando su papá estaba meditando con los ojos cerrados le llamó la atención: “Entonces, gallo negro”. El viejo juglar pareció recibir una inyección de recuerdos. Abrió sus ojos y sonrió porque así siempre ha querido que lo llamen por ser un hombre combativo en distintos escenarios.
Eliécer ‘Cheche’ Rada, compositor y cantante, ha sido el más apegado a su papá en el campo musical. Es así como a los diez años grabó una producción musical para el sello CBS.
“Grabar hace 38 años un disco con el acordeón de mi papá, ese ser maravilloso, fue algo que me marcó en la vida. Tanto a él como a mi mamá, les hice mi primera canción que titulé: ‘A mis padres’ que vino en esa producción musical donde aparecen canciones de Sergio Moya, Hernando Marín, Leandro Díaz, y naturalmente de mi padre, entre otros compositores”.
El recorrido de este cantautor es amplio. Le han grabado sus canciones Jorge Oñate, Farid Ortiz, Martín Elías Díaz, Miguel Morales, Miguel Herrera, Rafael Santos Díaz, Ernesto Mendoza, Eduar Morelos, Elver Díaz, entre otros.
El alma mía
Para ‘Cheche’ Rada, su papá ha sido un hombre ejemplar y querendón con todos sus ocho hijos (Manuel Francisco, María del Socorro, Alberto, Miguel, Sol Marina, Eliécer, Amalfi y Roberto, pero no oculta su alegría cuando él lo sorprendió con una canción en aire de paseo que se llama ‘Alza la bandera’.
“Con sorpresa recibí de mí papá, el alma mía desde muy niño esa canción. Él, me estimuló y me dio la fuerza de voluntad necesaria para seguir sus pasos”.
Con la emoción a todo galope entonó un verso de esa memorable canción:
Oiga ‘Cheche’ Rada
vea lo que le digo,
quiero que seas grande
en mi dinastía.
El día que me muera
veas con orgullo
que siempre canté con alegría.
El tiempo siguió pasando y en cierta ocasión el Rey Vallenato ‘Beto’ Rada le dijo a su hijo. “Bueno, ‘Cheche’ de manera que no me vas a contestar con otra canción”.
El compromiso estaba pactado y no había otra salida que darle los agradecimientos a ese viejo abnegado que toda su vida la ha dedicado a tocar y cantar vallenato puro.
“Una vez al llegar a la casa vi que estaba arrastrando los pies. Me dije, mi viejo se está envejeciendo y su voz se está apagando. De eso hace dos años, y entonces me dediqué a hacerle la canción donde entregué todo mi corazón y sentimiento de hijo”, expresa ‘Cheche’ Rada.
Cada día veo que mi padre
se está envejeciendo
ya lo noto cansado de tanto luchar
lentamente sus pasos se están deteniendo
si pudiera darle unos años
se los daría a papá.
Mi viejo es toda mi fuerza
mi ejemplo, mi orgullo
Él, es la mayor riqueza
que me ha dado Dios.
Hace una parada forzosa para llorar. Seca sus lágrimas, medita como buscando el siguiente verso y lleno de orgullo continúa.
Los años están apagando el eco de tu voz
cada día que va pasando le roban su vida
cuando ya no tengas fuerzas seré tu bastón
tus ojos, tu voz, tu mente hasta que te despidas.
Sé que todo tiene su ciclo que nada es eterno
todos nacemos, crecemos y nos reproducimos
y al final todos morimos, es cosa del cielo,
pero no quiero que mueras mi padre querido.
Quedó el testimonio cantado de un hijo bueno y noble que le agradece a su padre toda la enseñanza recibida en la escuela de la vida. Además, se brinda para servirle de bastón cuando las fuerzas no le respondan en medio de los dolores del cuerpo.
Regalo cantado
‘Cheche’ Rada estaba buscando el día preciso para cantársela a su papá y de esta manera cumplir con el compromiso musical. Todo sucedió el viernes 18 de agosto de 2017, día de su cumpleaños.
De esta manera, El Rey Vallenato escuchó como regalo en la propia voz de su hijo ese canto que le conmovió hasta el alma.
De esos ya nacen muy pocos
si se crían no actúan igual
todas tus ganas y arrugas
son tu esfuerzo, el galardón.
Dios te ha puesto pruebas duras
y has salido vencedor.
“Mi papá escuchaba la canción ‘Como mi padre no hay otro’, y no dejaba de llorar. Todos los acompañamos. Era la verdad que estamos viviendo, verlo triste y más con la muerte de mi mamá. Mi viejo es fuerte y valiente, ejemplo de constancia y merece más que esa canción por todo lo que hizo”, expresa ‘Cheche’ Rada.
Ahora, ‘El gallo negro’, el de mayor persistencia en el folclor vallenato tiene en su contra diversos quebrantos de salud, siente que sus pasos se acercan al silencio de los atardeceres, pero en los aposentos de la memoria aún florece el jardín del sentimiento, y emergen versos y melodías para darle vida a sus canciones. Es su mejor terapia, una vivificante energía en medio del canto de su hijo que lo pintó en toda su dimensión hasta llenarlo de felicidad.
A la hora de la despedida de la visita a su casa en el barrio Casimiro Maestre de Valledupar, el Rey Vallenato levantó su mano para decir adiós, y en su rostro se calcó la tristeza de ese hombre otrora alegre que a cada hecho le sacaba una canción. Ese gran ser humano cuya gran virtud ha sido ser un guerrero del folclor que lo hicieron merecedor a grandes triunfos y a través de sus notas de acordeón siempre enseñó la pasión por esos cantos que le escuchó a su papá cuando tuvo esos amores con una lira plateña, esa que llevaba hasta en su alma.