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Las bodas de plata de Rosalbina y Luis Enrique Martínez

Por Cesar Noticias

Por Celso Guerra Gutiérrez

Siendo muy joven, casi un niño, El maestro Luis Enrique Martínez le tocó salir de su hogar campesino en los Haticos, en el departamento de La Guajira, donde aprendió labores propias del campo, aserrar madera, entechar casas con palma y algunas nociones en la ejecución del acordeón y las maracas aprendidas de su padre Santander Martínez, quien además de las labores del campo amenizaba los bailes de colita y cumbiamba de los pueblos Guajiros.

Luis Enrique Junto a su mama Natividad Argote, quien se separa de su marido, se fueron a la población de fundación Magdalena, epicentro de la zona bananera, en busca de mejores oportunidades, allí «El pollo», encontró a grandes acordeoneros, «Pacho» Rada, «Chico» Bolaños, con los cuales aprendió y fue mejorando su estilo de ejecutar el acordeón y alternarla con sus actividades del campo.

En 1940 se radica en El Copey, donde empieza a tocar parrandas, fiestas, cumpleaños y serenatas, además agrada a los invitados con sus versos improvisados.

Poco a poco se nota el surgimiento de una leyenda al tocar diferente el acordeón, la ejecución del instrumento de Martínez era distinto a la que se venía haciendo, los acordeoneros únicamente tocaban los pitos, Luis Enrique armonizó pitos con bajos, algunos dicen que se lo escuchó a «Chico» Bolaño, pero la diferencia radicó en que «Chico» nunca grabó un álbum para masificar su estilo, para que las nuevas generaciones lo escucharán, tuvo tiempo, murió 1962.

Luis Enrique si lo hizo, de allí el título, «el padre del Vallenato moderno».

Para 1947, Llega al Copey, procedente de Nerviti, Bolívar, una linda joven de 20 años de edad, Rosalbina Serrano, quien después de instalarse en una finca ganadera para la cual su padre fue contratado para administrarla.

La dama coincide con Luis Enrique en una fiesta que amenizaba «El Pollo Vallenato», en la población.

Inmediatamente hubo el flechazo de cupido, bailaron, se divirtieron se ennoviaron y hubo compromiso matrimonial.

La boda se realizó en la población de Caracolicito, el Copey era una población con iglesia pero sin cura, por eso hubo que ir a la población vecina, que si tenía cura, pero no iglesia.

El peregrinar fue por caminos reales y de herraduras a lomo de bestias, la bella novia iba engalanada con su vestido blanco de larga cola, velo y corona, montada sonriente y feliz en un noble burro, el padrino del matrimonio Tobías Enrique Pumarejo elegantemente con saco de levita, hacia el recorrido montado en una mula, mientras que el novio quien lucía saco y corbata, iba sudoroso y a pie, presuroso y jadeante, pero no perdía el paso a la vistosa caravana en su mayoría familiares e invitados.

La boda se realizó, hubo un pequeño brindis a su regreso al Copey, no había dinero para el festín, Luis Enrique, quien apenas si era conocido en la población, pocas veces salía ese entorno.

Con el paso del tiempo su fama se fue extendiendo; era llamado de poblaciones vecinas para amenizar todo tipo de eventos, sus salidas eran más continuas y sus ausencias del lado de su esposa se hacían más prolongadas.

En una de esas giras por veredas, aldeas y caseríos hasta llegar Plato, dejó a su mujer con tres meses de embarazo, cuando regresó a su lado ya Moisés, su hijo mayor con Rosalbina ya gateaba.

Rosalbina fue una esposa abnegada nunca le armo escenas de celos a su marido a pesar del permanente ambiente de fiestas, mujeres y ron en que se movía su esposo.

Luis Enrique fue un esposo ejemplar con su adorada, los pequeños conatos de celos que brotaban era conjurados por el con canciones dedicadas a Rosita como el la llamaba, La Carta, No Sufras Morenita, Los Caprichos de Rosa, Noticias Negras y Mi Negra Querida, hoy hacen parte de la antología vallenata.

Para 1972 se cumplieron las bodas de plata que se celebraron por todo esplendor y boato, fueron siete días de fiestas donde hubo abundante licor donado por industria licorera del Magdalena, comida para los invitados de todas partes de la nación, quienes se deleitaron con la música de los mejores acordeoneros de la época, Abel Antonio Villa, Juancho Polo Valencia, Alejo y Náfer Duran, Andrés Landero, Miguel López, Jorge Oñate, Colacho, «Pacho» Rada.

La escasez que hubo del matrimonio de esta pareja 25 años atrás, fue desbordado en las bodas plata, en alegría, fiesta, música, versos y felicidad de la pareja que únicamente los separó la muerte.

Este evento quedó enmarcado para la posteridad en la canción que compuso Armando Zabaleta, y grabaron Los Hermanos López con la voz de Jorge Oñate, Las bodas de Plata.

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