Una historia aérea y terrestre colmada de interrogantes, sospechas, dudas, dinero extraviado, marihuana, moral de la autoridad comprometida, misterios sin resolver y sin muertos aparentes.
José Antonio, un humilde operador de buldócer empleado de una finca muy cercana al pueblo de los Venados, alternaba su trabajo con esporádicos llamados que le hacían en la región para manejar buldócer y descapotar tierras para el sembrado del algodón. Ese día vio aparecer entre penumbras un gigantesco aparato que perturbaba el sutil sueño de aves y animales, generando angustia y curiosidad entre los campesinos que se disponían a sus tareas diarias. Hoy cuenta con 80 años de edad y recuerda con imágenes fotográficas grabadas en su memoria de largo plazo, cómo varias personas en estado de desesperación provistas de mechones y trapos intentaban evitar el aterrizaje al percatarse de la presencia de la policía entre matorrales aledaños y de poca altura. La tripulación del avión DC6 de cuatro motores con distintivos de la Fuerza Aérea Norteamericana, no entendió las señales solidarias de advertencia para que no aterrizaran y así evitar la presencia de la policía que los esperaba seguramente ansiosa. Esas personas estaban allí para brindar apoyo en el proceso de carga de indeterminadas toneladas de marihuana. Esta hierva que transforma de manera temporal y sutil las funciones del cerebro, produce sabrosos delirios, un suave y extraño caminar, adquirió presencia y popularidad, consumo y comercialización en la década de los años 70 y 80 en los departamentos de La Guajira y El Cesar.
Las sabanas comunales que antes hacían parte de la geografía de los corregimientos de Los Venados y El Perro, al sur de Valledupar, y que eran utilizadas para frenéticas y deportivas carreras de caballos, fueron adaptadas como pistas de aterrizaje para el reiterativo cargamento de marihuana y su traslado hacia los Estados Unidos. La comunidad fatigada comenzó a denunciar y logró que por fin la policía montara un operativo antinarcótico, previa información obtenida a través de los propios lugareños que terminaron conociendo los horarios de aterrizaje y despegue. Entre oscuro y claro observó cómo corrían como conejos espantados aquellas personas con mechones en las manos alumbrándose para escapar de la propia policía. La nave de color gris y con un grande letrero regado sobre sus costados decía: AIR FORCE USA, aterrizó sin ningún obstáculo y de una vez fue rodeada por gruesos y altos miembros de la policía que apuntaban sus armas hacia la nave sin deseos ni orden de disparar. De manera inexplicable y sospechosa la tripulación escapó, huyó entre matorrales, esquivando conejos y espinas dentro de un ambiente tropical y perturbador. Nadie dio cuenta de ellos, ni la misma policía que los interceptó y los ayudó dándoles la mano para que se bajaran de la nave. La fecha de aterrizaje y el año hacen parte del misterio cómplice.
Dos camionetas Ford Ranger, el vehículo preferido y usado por los “marimberos” de la época llegaron hasta la plaza del pueblo, cargadas con hombres fuertemente armados y equipos de Radio comunicaciones. Quién, por aptitud prepotente y autoritaria se sospechaba que eras el jefe, sacó su radio teléfono, en clave y mirando hacia el cielo venaero, dijo:
/Adelante gavilán veloz/ ya el toro puede llegar a bebedero/ Ya el bebedero está listo/.
El interlocutor con un español bien hablado, pero con una vocalización pausada y extraña, contestó.
/Oh. Míster Luis/ Toro se acerca a bebedera/
Desde tierra se escapó una orden terminante:
/Listos vaqueros para atender corral/
A pesar de los esfuerzos periodísticos para conocer la verdad verdadera de los hechos, el caso presentó tropiezos y dificultades generadas por personas involucradas en el ilícito negocio. Hoy, cuando el hecho ya hace parte de una malsana historia, algunos se atreven a revelar que personas de alguna influencia social en Los Venados y Valledupar, eran los dueños de la mercancía.
UN TRACTOR ARRASTRANDO UN LARGO Y BIEN FORRADO ZORRO CARGADO DE MARIHUANA SE ACERCÒ RADIDAMENTE AL AVION QUE ACABABA DE ATERRIZAR
José Antonio, no se pudo acercar, pero desde lejos observó algo extraño entre las rendijas de ramas secas, hombres vestidos de verde y hombres vestidos de civil en aptitud de dialogo amigable, como si estuvieran concertando o poniéndose rápidamente de acuerdo. El resultado, los hombres vestidos de civil escaparon con largos zancos y con morrales en sus hombros. No precisa el número, pero alcanzó a distinguir dos, vestidos de kaki y Jean y gorras. Un amigo de José Antonio, Sergio Mercado, ostentó y lució durante varios días prendas extraídas del avión, entre ellas pasamontañas, suéteres, camisas y 20 dólares sacados de unos de los bolsillos de una chaqueta color café.
No se conoció nunca la cantidad de marihuana que iban a trasportar hacia los Estados Unidos, mucho menos la cantidad de dólares que traían los norteamericanos para cancelar el embarque. Otro misterio que la policía se lo llevó a la tumba institucional. La Comisión Nacional de Estupefacientes, que le correspondía, no actuó ignorando lo sucedido, tampoco la Policía Nacional, reveló detalles diferentes a lo que en esta nota les vamos a revelar gracias a una fuente que por su oficio policial estuvo en el lugar de los acontecimientos, días posteriores cuando ya todo estaba consumado.
El Sargento Mayor, Zamora, refiere que la marihuana encontrada fue incinerada por orden del Comando de Policía – Cesar. La cantidad no alcanza a precisarla, incluso ni tampoco a calcularla por el paso inexorable de los años sobre su humanidad. El informe como resultado de la inspección fue enviado a la Comisión Nacional de Estupefacientes y desde Bogotá, en tiempo extemporáneo, enviaron un funcionario para que presentara su propia versión de lo ocurrido y lo encontrado. Los cálculos y la lógica establecen que fue un informe famélico, en donde lo único relevante era la estructura completa de un avión saqueado.
Posteriormente se ordenó el traslado de la Aeronave a Valledupar, y para lograrlo, el Departamento de Policía –Cesar, contrató, prácticamente obligado, a un piloto de avioneta de fumigación, que para la época eran muy comunes en el territorio por los cultivos de algodón. Argumentó que no tenía experiencia en aviones comerciales, y en contra de su voluntad, fue obligado a despegar. Los encendidos de los cuatro motores mostraron potencia y una nube espesa de curiosos rodeó la artesanal pista de carreteo. El avión estuvo a pocos metros de estrellarse contra unos milenarios, árboles, pero el desesperado y nervioso piloto logró con un magistral instinto para seguir viviendo, esquivar con éxito el latente peligro.
El amanecer y el anochecer fueron dos momentos contrarios en donde el sol y la luna ocupaban sus puestos de acuerdo a la rotación que les daba la tierra. La suerte del DC6 y su frustrado cargamento comenzó a marcar otra tragedia. Se elevó sobre las sabanas de los Venados para más nunca volver. Allí también se embarcó el Sargento Mayor Zamora acompañando al aturdido piloto, y también con el credo en la boca venía en un solo silencio sepulcral. Nunca antes había experimentado tanto miedo y temor a pesar de haber estado expuesto como autoridad al peligro de la guerra entre liberales y conservadores. nacido en el municipio de Manta, departamento de Cundinamarca el 18 de diciembre de 1924. Fue trasladado en 1956 a San Jun del Cesar. Allí conoció a una elegante y distinguida muchacha, Aida Leonor Suarez Ochoa, quien se convirtió en su esposa y madre de 8 hijos, crecidos con el mismo honor y la disciplina militar que a él lo distinguió durante su carrera logrando su último grado, Sargento Mayor de la Policía Nacional. Hoy da cuenta mediante un dialogo fluido y alegre el orgullo que le asiste narrando con palabras descansadas el éxito de cada uno de sus hijos. Sostiene; Están bien criaos y aquí viene todos a visitarme.
Los misterios hacen parte de esta historia como si también hubieran sido incinerados por error junto con la marihuana incautada. No se ha podido precisar el nombre del aturdido piloto ni el tiempo de vuelo transcurrido entre los Venados y el Aeropuerto de Valledupar. Lo que si conocemos es el testimonio del Sargento Mayor, Zamora. El avión presentó dificultades en el tren de aterrizaje, el piloto venia nervioso e inseguro, y para completar le tocó dar varias vueltas sobre el cielo de Valledupar para agotar combustible, y nuevamente el fantasma de la penumbra apareció, comenzó a anochecer y entonces las alarmas públicas se prendieron y decenas de taxistas corrieron hacia el Aeropuerto para darle luz a la pista y ayudar al aterrizaje. El enigmático piloto lo logró. Su cara tiesa sobre los controles y ojos sin pestañear se fijaron sobre el espejo panorámico observando cada centímetro de la pista que recorría como si quisiera despegar otra vez rumbo a los Estados Unidos, Pero no, el avión en seco se paró. El piloto suspiro profundo y entre rabia, stress, dolor en el pecho, con sus manos temblorosas y bañadas por el sudor golpeo con agilidad y fuerza felina el cuero del timón y expresó una frase segura, bien vocalizada con tono alto, desafiante, humillante y personalizada “AL FIN ATERRIZASTE, HIJUEPUTA”.
TRASLADO POR TIERRA
Las malogradas circunstancias hicieron que este avión cambiara su naturaleza de navegación. Ahora el destino le tenía otro reto más difícil, recorrer por tierra de sur a norte aproximadamente 22 kilómetros atravesando la ciudad por completo hasta llegar al famoso Río Guatapuri para convertirse en pieza de museo y atractivo turístico. El exalcalde, Elías Ochoa (1995- 1997) intentó el traslado y no lo logró por no haber alcanzado la autorización por parte de la Aero civil. Lo que, si logró, fue bajarle los dos pesados motores para evitar que por el peso la Aeronave se siguiera hundiendo, Ya se había hundido 30 centímetros buscando el alto nivel freático del suelo vallenato como para que se lo tragara la tierra y esconder su tragedia. Allí en pleno Aeropuerto, Alfonso López fue ubicado en una estratégica esquina mirando de día y noche hacia la Sierra Nevada, En ese lugar de reposo sufrió otro infame desvalijamiento.
El proceso de traslado lo inicio el alcalde, Johnny Pérez Oñate (1998-2.000). La Aeronáutica civil le entregó mediante resolución al municipio la potestad del avión. Aquí comenzó otro calvario. Se conformó un equipo interdisciplinario en donde intervinieron 17 instituciones públicas y privadas y se pensó inicialmente en el alquiler de un Helicóptero y los resultados fueron negativos por el peso descomunal. Ante esta adversidad se llegó a la fácil conclusión que sólo por tierra era viable el traslado y de inmediato se procedió a hacer el diseño del complicado y destructivo recorrido contratando los servicios del tractor más grande y con mayor fuerza de la región, un DIOFOR.
En el año dos mil, Pérez Oñate, comenzó lo que sería una de sus últimas obras como alcalde. Ante una marejada de gente, unos sin oficios y otros abandonando sus oficios, el gigantesco avión comenzó a exhibir en las principales avenidas de la ciudad sus largas alas que no pudieron, a pesar de los intentos, ser bajadas para facilitar el transporte porque están hechas de un material muy compacto, duro y una inmanejable tornillería tecnológica, incluso, difícil de localizar. Ya había un gasto para bajar los motores y evitar su hundimiento en suelo vallenato y lo de las alas se hacía imposible por costos, herramientas, recurso humano y técnico. La decisión final fue sacarlo desde muy temprano exhibiendo su glamur.
El equipo interdisciplinario de 17 empresas actuó eficientemente aportando cada una lo pertinente de acuerdo a su objetivo misional, Tránsito, Bomberos, Cruz Roja, Oficina de Desastres, Defensa Civil, Electrocesar, Emdupar, Policía, Ejercito y Corpocesar, entre otras. El recorrido fue traumático, desastroso, causando un terrorífico daño ambiental destrozando arboles a su paso con sus enormes alas, cabina y fuselaje. Paradójicamente se vivió una fiesta, ríos humanos desbordados por todos los sectores de la ciudad en tumultos se dirigían hacia donde circulaba para observar un espectáculo que solo podría ser comparado con los interminables desfiles de Diomedes desde al Aeropuerto hasta la casa de la viaja “Vila”, su señora madre, cuando llegaba con sus obras musicales maestras a festejar en tierras vallenatas.
Siete en punto de la mañana sale el rey de los cielos y en desgracia en tierras vallenatas. El día reservado para su transporte no alcanzó por los cientos de tropiezos y sobre todo, las constantes paradas que tenían que hacer para que los fieles acompañantes se tomaran fotos a su lado. Hombres armados con motosierras iban abriéndole camino y destruyendo buena parte del patrimonio ambiental de la ciudad. El día completo no alcanzó para su traslado y hubo que dejarlo durmiendo toda la noche vigilado y escoltado para evitar otro desvalijamiento, en el cruce de la esquina de la Avenida a Fundación con Calle 23.
RECORRIDO
Aeropuerto Alfonso López – malla Aeropuerto y barrio 25 de diciembre- cruza ,calle 44- obelisco- avenida fundación- cruza calle 23-llega avenida la Popa, batallón la Popa- barrio Don Alberto- barrio la Nevada, calle ancha- avenida Sierra Nevada- esquina de Macro y Palmeto- cruza al norte hasta llegar a la Pilonera y Parque de la Leyenda- sigue hasta llegar al Parque de la Provincia.
Ya ubicado en el Parque del Helado, hoy Parque de la Provincia, al lado del Río Guatapurí, el alcalde Johnny Pérez intentó ponerlo al servicio sobre todo de los niños vulnerables y pobres de la ciudad, pero no fue posible debido a que la administración no contaba con el rubro ni los recursos para su adecuación. Se intentó entonces buscar un operador privado y mostró su interés la familia Mancera, una familia procedente de Villavicencio y propietaria de Aviocesar, una empresa dedicada al trasporte Aéreo en la región. Su representante, una hermosa mujer, esbelta, fina y ejecutiva trató de hacer posible la idea turística como operadores, pero tampoco fue viable.
Hoy luce en aparentes buenas condiciones e imponente y majestuoso con una extraordinaria presencia estructural haciendo parte del patrimonio cultural y turístico de la ciudad, pero aún no se ha logrado ponerlo en pleno vuelo de funcionamiento. La idea ha sido condicionarlo para un viaje turístico interactivo simulando en 3D un viaje interoceánico, soportando huracanes, brisas, remolino y turbulencias, pero no, tampoco aparece el operador que alce el vuelo invirtiendo recursos en adecuación. Allí, en el río Guatapurí de Valledupar estará hasta la propia extinción de la humanidad.